NN Cartografias de la barbarie
NN significa “NO NAME” y es el acrónimo que se estampa en las bolsas de los cadáveres desconocidos recuperados del azul Mediterráneo









Hacía muchos años que guardaba aquel precioso cuaderno acordeón chino esperando la ocasión para utilizarlo en algún proyecto interesante. Daba respeto: 6 metros de largo por 40 centímetros de alto de un papel con tres capas que admitía aguadas. Y llegó su momento con la propuesta de la Bibliothèque Bleu de La Ricamarie en la mediateca Jules Verne de Saint Etienne, Francia. Una convocatoria internacional para elaborar libros de artista con “Azul” como eje. Para mí Azul es Mar y Mar es Mediterráneo y Mediterráneo hoy es desesperación, desamparo, ignominia y muerte.
Antes de que apareciera el virus planifiqué y dibujé una obra milimétrica que cobraba sentido al abrir y extender sus páginas donde los azules se entrelazaban construyendo paisajes siempre distintos. En cuanto pude reanudar el trabajo, me dediqué a plasmar lo que había diseñado. A medida que avanzaba por los seis metros sentía que aquello no decía nada más allá de ser un ejercicio de estética con un ingenioso sistema de lectura.
Mientras trabajaba, una lancha con más de cien personas naufragó frente a la costa libia. Sesenta y tres desaparecieron en el azul Mediterráneo. Al día siguiente fueron cuarenta y siete cerca de Sicilia. A los dos días estalló Beirut.
Tuve que parar. ¿Qué hacía tratando de evocar la belleza de una fosa común?.
En un momento de lucidez, decidí que el libro debía correr la misma suerte que los desaparecidos. Llené la bañera y lo ahogué. Ya cadáver, los restos de lo que fue un bello cuaderno en blanco reposaban chorreando azules por las mesas que lo vieron nacer. Empezó la autopsia del libro que fue y surgieron las cicatrices profundas de un viaje sin retorno.
Ya no era un libro, eran hojas sueltas que, perdido su sentido original, se habían transformado en los restos frágiles e irreconocibles de un naufragio provocado. Cada hoja era el reflejo de un ser anónimo, un espejo teñido de azules sucios que evocaba, ahora sí, ese Mediterráneo de nuestros días surcado por la desesperación, la intransigencia y el dolor.
Este trabajo está dedicado a la memoria de Leandro Despouy, luchador infatigable por los Derechos Humanos que nos dejó demasiado pronto.
Huyendo de la dictadura argentina en los años setenta, Leandro encontró refugio y asilo en Francia y consuelo en el Mediterráneo que tantas veces navegamos. Su reflejo permanece en sus aguas y en estos papeles manchados por el desprecio de los corruptos que nos gobiernan contra los que Leandro Despouy luchó toda su vida.
La Floresta, Barcelona. Agosto 2020.